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MUSEO DEL ORO

  • Foto del escritor: mafegarzon15
    mafegarzon15
  • 11 oct 2015
  • 3 Min. de lectura

EL 22 de diciembre de 1939 el Banco de la República compró un objeto de oro de 777,7 gramos de peso y 23.5 centímetros de altura que dio origen al Museo del Oro. Era un poporo quimbaya, pieza maestra de orfebrería prehispánica. Un obje to bello que levanta su bruñido vientre globular y su cuello coronado por cuatro cuerpos esféricos sobre una exquisita base de fi ligrana fundida. y parece flotar en un espacio propio. Quien lo contempla no puede menos que asombrarse, deleitarse y sentir admiración por sus artífices.

De trás de la compra del poporo había una clara preocupación oficial por proteger una riqueza que comenzaba a entenderse como parte del patrimonio nacional. Esta motivación se pone de manifiesto en una serie de documentos re lativos a su adquisición. En marzo de 1939 el Mjnisterio de Educación remitió una nota al Comité Ejecutivo del Banco de la República, en la cual le encarecía q ue tra tara de "comprar, para conservarlos, los obje tos de oro o plata de fabricación indígena y de época precolombina, los que el Ministerio comprarfa por su valor material" .En la misma nota el Ministerio presentaba la pieza, que había sido puesta en venta por doña Magdalena Amador de Maldonado y corría el riesgo de quedar en manos de un postor privado si no se adelantaba con urgencia una negociación oficial. Entre las inquie tudes del gobierno estaba la de evitar la salida del país de obje tos arqueológicos como el poporo.

A su ll egada los españoles halla.ron estos metales en abundancia, ocullos en ricas minas en Nueva España y Perú, recubriendo las paredes de templos o adoratorios en el Nuevo Re ino de Granada, ornando a caciques y principales de los pueblos de indios, colgando de á rboles o techumbres para que brillaran al sol tropical, según a lgunos cronistas, y sepultados con restos humanos y vasijas de barro en tumbas y necrópolis. La Corona de España necesitaba los metales preciosos para sostener un imperio sobre el que no se ponía el sol. Le eran indispensables, a tal punto que es imposible concebir e l poder de los Habsburgos sin el oro y la plata de las lndias. A la necesidad económica se sumó la incomprensión y el desprecio por las creencias y costumbres de los indígenas. juzgadas de diabólicas y bárbaras.

La colección creció con relativa rapidez. y al terminar 1943 tenía ya 3-489 piezas. incluidas las 864 vendidas por Santiago Vélez, coleccionista de Manizales. En un solo año había aumentado en un 75 por ciento. No tardó el Museo del Oro en dejar el reducido recinto de la sala de juntas. claramente insuficiente para alojarlo. aparte de las obvias restricciones de acceso que presentaba. A principios de la década siguiente, en un paso que se encuentra descrito en alguna fuente como "la reforma" 20, se instaló el Museo en una amplia y elegante sala del Banco, ubicado entonces en el edificio Pedro A. López. en el centro de Bogotá.

El edificio recibió el primer premio en la IV Bienal Colombiana de Arquitectura de 1970, en consideración a que " la fabulosa y ya mundialmente conocida colección de oro del Banco de la República se encuentra ahora dentro de un ámbito digno, sobrio, bien concebido y bien ejecutado", según el fallo del jurado. "Esta obra -se agrega- cumple además funciones culturales, didácticas y de divulgación, de extraordinario alcance para el público colombiano". Notable éxito para una construcció n que, como dice uno de los arquitectos, debía ser como un estuche para una joya: fino y provocador, pero no más que la joya.

 
 
 

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